Hay varios tipos de azúcar.
- monosacáridos, ejemplo, glucosa, fructosa, galactosa;
- disacáridos, ejemplo, sacarosa (azúcar de mesa), lactosa, maltosa;
- polisacáridos, ejemplo, almidón, glicógeno (almidón animal), celulosa.
Voy a explicarlo sencillo para que lo entienda todo el mundo.
Hay azúcares que tardan mucho en el proceso de digestión y otros que tardan muy poco tiempo.
Tenemos que especificar que nuestro cuerpo tiene la capacidad de convertir los azúcares, las grasas y las proteínas entre ellas según la necesidad o las condiciones. Pero hay una grande diferencia de el gasto energético que supone cada uno de estos procesos y hay esta la clave de controlar el azúcar en la sangre.
Los carbohidratos que menos energía necesitan para la digestión son las frutas, siendo al mismo tiempo los que más aporte de energía nos ofrece (ejemplo: te comes unos plátanos y en unos minutos estas de nuevo lleno de energía). En el otro lado están los almidones y los cereales, que necesitan un gasto energético grande y el aporte es muy poco (después de comerte un buen plato de pastas las ganas de seguir haciendo algo es muy reducido). El problema de estas clase de azúcares es que al tardar más en su proceso de digestión, también hace que el índice de glucemia sea más elevado todo este tiempo. Las proteínas y grasas también se pueden convertir en azucares, pero las dos necesitan igual que los cereales y los almidones de un largo proceso y producen un desgaste mucho más grande de lo que aportan.
Partiendo de todo lo enumerado podemos concluir que una buena opción sería sustituir las fuentes que gastan mucho y aportan poco por las que con poco gasto nos ofrece mucha energía. De esta manera nuestro valor glucémico estará siempre en equilibrio.
¡Al final les quiero recordar que el mejor azúcar no son la stevia, la algarroba, la miel de palma, la panela o el sirope de agave, sino LAS FRUTAS!
